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En el cristianismo

La caridad, o el amor de Dios, es la reina y la más excelente de todas las virtudes; también es su alma formada; porque ninguna otra virtud puede ser meritoria de la vida eterna si no está animada y procede del motivo de la santa caridad. María superó a todas las demás en santidad en la proporción en que las superó en la caridad más pura, ardiente y perfecta. Pero si la caridad fue la perfección de su eminente santidad, su base fue su sincera y más profunda humildad.

Nos anima a ser fervientes en este gran medio de misericordia la experiencia de su poderosa intercesión, confirmada por ilustres ejemplos. “Deja que deje de el credo catolico ensalzar tu clemencia, oh santa Virgen”, clama su devoto cliente San Bernardo, 20 “quien invocó tu ayuda en sus necesidades y descubrió que le fallaba”.

• Pero si la caridad fue la perfección de su eminente santidad, su base fue su sincera y más profunda humildad.
• Fue su virtud la que Dios consideró en la recompensa que le otorgó; aquí consideraba su caridad, su profunda humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, santo celo y ardor al rendir a Dios el más perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y acción de gracias.
• Que ella fuera la madre de su Creador fue el milagro más maravilloso y la más alta dignidad; sin embargo, no fue precisamente esto lo que Dios coronó en ella, como Cristo mismo nos asegura.10 Una relación tan cercana con Dios debía ser adornada con las mayores gracias; y la fidelidad de María a ellos fue la medida de su gloria.
• Mientras contemplamos la gloria a la que María se eleva con su triunfo en este día, en profundos sentimientos de veneración, asombro y alabanza, debemos, para nuestro propio beneficio, considerar por qué medios llegó a este sublime grado de honor y alabanza.
• La caridad, o el amor de Dios, es la reina y la más excelente de todas las virtudes; también es su alma formada; porque ninguna otra virtud puede ser meritoria de la vida eterna si no está animada y procede del motivo de la santa caridad.

Los padres, además, nos animan a confiar en su santo patrocinio, por los frecuentes casos milagrosos que han registrado. San Gregorio de Nisa nos dice, 17 que la Santísima Virgen y San Juan Evangelista, en una visión, entregaron a San Gregorio Taumaturgo, en el año 244. un credo que luego preservó a la Iglesia de Neocæsarea de la herejía arriana. San Gregorio Nacianceno relata, 18 que la santa virgen y mártir Justina, en el reinado de Dioclesiano, suplicó a la Virgen María san miguel arcangel que la ayudara contra los tentadores infames y los encantos mágicos de Cipriano, y fue maravillosamente socorrida, el mismo Cipriano se convirtió, y convirtiéndose en un glorioso mártir. Muchos otros ejemplos de este tipo se pueden extraer de los escritos de los más santos e ilustres padres de la Iglesia, que nada puede probar más claramente cuáles fueron sus sentimientos y prácticas, y los de toda la Iglesia desde los tiempos más antiguos con respecto a esta devoción.

Esta fue la fuente de su caridad trascendente, y de todas sus demás virtudes, al atraer del cielo esas gracias a su alma. Esto atrajo principalmente a Dios desde el asiento de su gloria a su casto vientre; el mismo la elevó al trono más alto entre los bienaventurados. san miguel arcangel Si; la asunción de María en la gloria fue sólo el triunfo de su humildad. De esto tenemos la más auténtica seguridad.11 Ella fue exaltada en virtud, dignidad y gloria, sobre todas las demás criaturas puras o meras, porque era de todas las demás la más humilde.

Mientras contemplamos la gloria a la que María se eleva con su triunfo en este día, en profundos sentimientos de veneración, asombro y alabanza, debemos, para nuestro propio beneficio, considerar por qué medios llegó a este sublime grado de honor y alabanza. Que ella fuera la madre de su Creador fue el milagro más maravilloso y la más alta dignidad; sin embargo, no fue precisamente esto lo que Dios coronó en ella, como Cristo mismo nos asegura.10 Una relación tan cercana con Dios debía ser adornada con las mayores gracias; y la fidelidad de María a ellos fue la medida de su gloria. Fue su virtud la que Dios consideró en la recompensa que le otorgó; aquí consideraba su caridad, su profunda humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, santo celo y ardor al rendir a Dios el más perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y acción de gracias.

La gran Iglesia de Éfeso llevaba su nombre cuando se reunió en ella el concilio general contra Nestorio en 431. Santa María la Mayor fue construida en Roma en tiempos del Papa Liberio y consagrada por Sixto III. Theodorus Lector23 menciona que la emperatriz Pulcheria construyó dos iglesias en su honor en Constantinopla. Aproximadamente al mismo tiempo que San Sabas construyó uno en Jerusalén,

De ahí que no sólo el Cister, sino muchas otras Órdenes religiosas e innumerables cofradías piadosas se hayan puesto solemnemente bajo el especial patrocinio de la Madre de Dios; y muchos reinos han hecho lo mismo, como Hungría por la devoción de San Esteban y Francia por el voto de Lewis XIII. en 1638, en memoria de la cual se realiza una procesión anual muy solemne en todas partes de ese reino en esta fiesta de la Asunción. La Iglesia nos recomienda encarecidamente esta sana devoción al establecer tantas fiestas en honor a esta santa virgen. Esta de su asunción se celebró con la mayor solemnidad en Jerusalén en las edades quinta y sexta, como se desprende de la vida de San Teodosio.21 San Proclo, en este día de su fiesta en 428, pronunció su famoso sermón contra Nestorio: en su presencia, probando a la Virgen María como Madre de Dios. Encontramos iglesias dedicadas a Dios en su honor en todas partes del mundo cristiano, tan pronto como se permitió esa libertad bajo los primeros emperadores cristianos.

¡Qué debe haber sufrido por las penurias de la pobreza, la alarmante persecución de Herodes, el destierro a Egipto, viviendo después de su regreso en una especie de exilio por temor a Arquelao! En estas y muchas san miguel arcangel circunstancias similares, podemos imaginar fácilmente las continuas cruces que tuvo que soportar junto con su divino niño. ¡Qué debe sentir para verlo necesitado, sufriendo frío y todos los demás inconvenientes!

¡Cuán amarga debe haber sido para ella la prolongación de su destierro en medio de los pecados del mundo, cuya ardiente caridad superó a la de todos los demás santos! Sólo la paciencia, la mansedumbre, la sumisión a la voluntad de Dios, la plena confianza en él y el asiduo ejercicio de la oración y del amor divino fueron su sostén, su consuelo y la rica mies que recogió de sus sufrimientos.

¡Pero cuál fue su dolor al ver a su Hijo más amable y divino en su sagrada pasión, cubierto de ignominias, abrumado por las más negras calumnias, atado, azotado, coronado de espinas y muriendo en una cruz! ¡Cuán afilada debe haber traspasado entonces el alma de esta madre de dolores una espada del dolor más amargo! Después de que su divino Hijo dejó la tierra, ¡cuán fervientes fueron sus suspiros por unirse a él en gloria!

¡Qué, cuando lo perdió en el templo y lo vio expuesto a penurias y malos tratos en otras ocasiones! Fue perseguido e injuriado por los fariseos y otros, su mansedumbre despreciada y su santísima doctrina contradicha. También fue una continua aflicción para su tierno corazón, siempre lleno de celo por el honor de Dios y de caridad para los hombres, ver el mundo entero lleno de pecados, blasfemias contra un Dios tan bueno, escándalos, abusos y naufragios almas.